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Los sentidos del desierto

La desertificación es una realidad que sigue siendo preocupante, no se ha detenido en lo más mínimo. Lamentablemente el combate contra la desertificación ha sido desplazado en el "ranking de urgencias planetarias", por el combate contra las emisiones de carbono. La lucha contra la desertificación y la deforestación dejó de ser la prioridad número uno en la lucha contra el cambio climático. Por décadas (60tas, 70as, 80as del s. XX), los medios de comunicación y de divulgación científica nos alertaron día tras día que tanto la deforestación como el desierto crecían año a año. No se habla tanto hoy en día del crecimiento de los desiertos. En cambio la combinación de palabras "cambio climático" la escuchamos a diario. Hay mucho más acento y esfuerzo en combatir las emisiones de carbono que en detener la deforestación, que por supuesto, es un comienzo de todo proceso desertificador. La selva amazónica se está convirtiendo en una gran sabana, y el paso siguiente lamentablemente es el desierto, acelerado además por los incendios. Otro tanto más podríamos decir de lo que ocurre en la selvas del Congo o de Indonesia. Aún si en este último país la tasa de deforestación ha disminuido durante los últimos tres años, deberíamos estar hablando de que la deforestación se ha detenido, no que ha disminuido. Que disminuya no es una buena noticia, es una noticia menos mala.

El origen de los desiertos

Si hablamos de causas naturales (para diferenciarlas de las causas humanas), el origen de los actuales desiertos no está muy claro. Algunos científicos lo explican por un cambio climático iniciado hace un millón de años, con el final de la era glacial. El planeta se fue calentando y las lluvias se fueron retirando cada vez más hacia los polos, los lagos se secaron, el viento se llevó la tierra fértil, los animales migraron hacia zonas con vegetación: “una llanura extensa y fértil se transformó definitivamente en roca desnuda y arena”. Este proceso se ha repetido en ciclos, pasando por fertilidad y aridez, pero en períodos de cambio que abarcan siglos o hasta milenios.

Otros científicos señalan que las causas humanas en el origen de algunos desiertos son factores de primer orden, como el del Sahara, y la introducción hace miles de años del pastoreo de rebaños de cabras y la tala desmedida de bosques. En el Sahara, cañones y canales testimonian la antigua presencia de abundante agua y vegetación; de hecho se han conservado unas pinturas rupestres que datan de hace unos 5000 años y que muestran habitantes y cazadores, además de abundantes antílopes y otros rumiantes. También se conservan unos pocos cipreses en unos desfiladeros que tienen una edad entre 2000 y 3000 años. Hace once mil años el Sahara habría sido irreconocible, con lagos, ríos, praderas y hasta bosques. Sin embargo, los geólogos concuerdan que aún sin el hombre, los desiertos aparecen y desaparecen, y en esto es la variación de la inclinación periódica del eje de nuestro planeta el factor clave. Inclinación también conocida como precesión de los equinoccios, que completa un ciclo cada 25.776 años. La variación en la inclinación del eje de la tierra con respecto a su órbita define los cambios en la radiación solar que recibe tal o cual zona, y con ello también el caudal y la duración de las lluvias.

También se explica el origen de los desiertos por el régimen de vientos y por la desigual cantidad de calor recibida por la tierra. Entre los trópicos hay mucho más calor que fuera de ellos, hay así mismo mayor evaporación. El aire caliente, además de subir, también es capaz de transportar más humedad que el aire frío, por eso, cuando el aire húmedo ascendente se enfría, el agua cae en forma de lluvias antes de alcanzar la zona de los trópicos (de cáncer y capricornio), que es donde se encuentran las zonas más áridas. El aire, completamente deshidratado, empieza a descender en la zonas límites de los trópicos, evaporando toda el agua que encuentre a su paso.

Zonas áridas del planeta excepto los polos

Zonas áridas del planeta, exceptuando los polos.

Las zonas áridas no son perfectamente simétricas con los trópicos de cáncer y capricornio debido a las irregularidades topográficas: extensión de los continentes y cadenas montañosas que detienen el tránsito de nubes. Pero siguen el mismo esquema. En América del Norte: Sonora, Chihuahua y el desierto de la Gran Cuenca. Atacama, el desierto peruano y la estepa patagónica en América del Sur; el Sahara al norte de África, y el Kalahari y el Namib en el extremo sur; en Asia “los desiertos del Turkestán y la India central son paralelos a los grandes desiertos del centro de Australia”, al otro lado de las selvas del sudeste asiático.

La ausencia de nubes y de lluvias no solo provoca mucho calor durante el día sino también un frío intenso en la noche por la falta de vegetación capaz de entregar o retener el calor. Estas temperaturas extremas hacen aún más difícil la vida en los desiertos. Pero como siempre, la naturaleza ha sabido ingeniárselas, comenzando por lo más simple: evitando el calor del día, con los animales alimentándose por la noche o en los extremos en que el sol es compasivo, y permaneciendo durante gran parte del día en sus refugios.

Animales del desierto

Monstruo de Gila

En el Sahara, jerbillos y jerbos son roedores fitófagos que salen solo en la noche. Los geckos (una especie de salamandra) son insectívoros, salen por la noche y se calientan, como todos los reptiles, unas horas por la mañana y al final de la tarde, pero no más. Hay animales cazadores, como el zorro fénec, mamífero de grandes orejas, también hay linces, hienas y lobos menores. En otros continentes hay animales semejantes, ratas canguro, zorros kit o coyotes. Avanzada la noche, los reptiles, que salieron al atardecer, se retiran a sus escondrijos para no perder calor, mientras que los mamíferos, por su sangre caliente, pueden extender bastante más su estadía.

El amanecer tiene otro animal característico: el monstruo de Gila, uno de los dos lagartos venenosos del planeta (foto a la izquierda), se mueve lentamente al principio, pero adquiere velocidad con el sol; caza polluelos, huevos, insectos, ratones adultos y crías, que atrapa directamente en la madriguera. En Australia el diablo espinoso come hormigas. Las tortugas del desierto también salen por las mañanas. Pero en climas extremos los reptiles sufren recalentamiento y deshidratación, por eso deben protegerse del sol. El calor es tan seco que en una hora un hombre evapora un litro de agua sin darse mayor cuenta.

Animales del desierto

Medios para enfriarse y reducir la pérdida de agua

La ardilla del Kalahari hace sombra con su cola, la va ladeando en dirección al sol. Otros animales enfrían su cuerpo utilizando alguna de sus zonas corporales como radiadores: el zorro fénec, la liebre orejuda de América, el bandicut de Australia y un erizo del Gobi enfrían su sangre por medio de sus orejas, poniendo en contacto con el viento toda una red de capilares. Otros animales utilizan algún líquido corporal para enfriar alguna de sus partes por evaporación: el hombre enfría todo su cuerpo con el sudor, otros animales lo hacen jadeando por el hocico, evaporando la saliva que así enfría su boca y garganta. Otros animales lamen sus testículos, que es una zona libre de pelaje, como algunas ratas. Otros más orinan sus patas. En Australia los canguros lamen la parte superior de sus patas delanteras, libre de pelaje, para maximizar la evaporación. La evaporación de los líquidos produce un descenso de la temperatura, por eso sudamos.

Animales del desierto

Las aves no tienen tanto problema, las plumas son un excelente aislante; y como se desplazan más rápido pueden alcanzar con cierta facilidad las fuentes de agua. De todos modos saben refrescarse también por la garganta, solo que no jadean agitando todo el tórax, como hacen los mamíferos, sino solamente la garganta. De todas maneras, estos métodos hacen perder agua, y en el desierto se trata de conservarla: por eso los excrementos de la fauna desértica son tan secos. El excremento de camello se quema casi en seguida, y el de los reptiles es solo un polvillo. Mientras que la orina del hombre tiene un 92% de agua, la de la rata canguro tiene solo un 70% de agua, es una orina muy concentrada. Un lagarto del Sahara reduce su exceso de sal por las fosas nasales, casi sin pérdida de agua.

También los humanos han cambiado su fisiología para adaptarse al desierto. Un ejemplo de ello son las mujeres de nalgas grandes, donde acumulan la mayoría de la grasa: esto lo hacen porque la grasa dificulta la salida del calor desde el cuerpo, siendo mejor en ese caso almacenarlas en un solo lugar.

Varios animales han logrado reducir tanto su pérdida diaria de agua que les basta con la que ingieren con el alimento, como en el caso del zorro fénec y del chacal, que obtienen el líquido vital a partir de la sangre de sus víctimas. La gacela común obtiene el agua que necesita a partir de la savia de las plantas que ingiere y las ratas canguros desde las semillas. Un par de especies son capaces de obtener agua a partir de la grasa en caso de emergencia, como los camellos; pero otras varias especies están “condenadas” a trasladarse diariamente hasta los pocos agujeros de agua, como los oryx, los canguros y muchas aves.

Muchas de ellas deben anidar relativamente cerca del agua. Una de ellas, la ganga africana, recoge agua con las plumas de su vientre y se las lleva a los polluelos que chupan de ellas como si fueran mamas. Solo el macho ganga tiene ese tipo de plumas. El correcaminos proporciona agua a sus polluelos en el momento de darles el alimento: los mantiene con la boca abierta, sujetando ambos la presa, mientras el progenitor libera líquido que proviene de su propio estómago. Solo cuando el polluelo ha bebido se le permite comer. Los escarabajos del Namib (tenebriónidos), negros y de patas largas, son capaces de aprovechar el agua del rocío "parándose de manos": el agua corre entonces hasta su boca y luego la beben.

Escarabajo del Namib

Escarabajo del Namib bebiendo el agua del rocío que se acumuló en la superficie de su cuerpo

Los nómades del desierto no podrían viajar sin el camello. No se conoce bien su origen, hay muy pocos camellos salvajes. Sus pies se han desarrollado de tal forma que se expanden cada vez que se asientan, impidiendo así que sus patas se hundan en la arena. Sus fosas nasales tienen músculos capaces de cerrarlas en caso de tormenta de arena. Toda la superficie expuesta al sol es de una lana gruesa y aislante, mientras que por debajo está más o menos desnudo y sin grasa, para liberar calor.

Camello

El camello puede comer de plantas espinosas. Almacena sus reservas en forma de grasa, pero como con las nalgas de algunas mujeres del desierto, se concentran en zonas donde es difícil refrigerar el cuerpo: la joroba en este caso, dejando el resto del cuerpo desengrasado para un mejor intercambio de calor. La grasa le permite vivir en un ayuno estricto, pero su joroba se va desinflando. También puede viajar sin beber agua: la almacena en el estómago, pero también pueden convertir parte de su grasa en líquido, es decir que la grasa de su joroba es capaz de atrapar agua. Pueden así sobrevivir en condiciones de aridez, diez veces más que un hombre y cuatro más que un asno. De todos modos los camellos no podrían atravesar algunas zonas de arena sin la ayuda del hombre, que le ofrece el agua de algunos pozos.

Plantas del desierto

Las plantas y arbustos, que no pueden esconderse del sol, han desarrollado técnicas aún más ingeniosas. Algunas, como el acebo, inclinan sus hojas de tal modo que la luz solo llega directa cuando el sol sale o se pone, así evitan en parte la deshidratación. Además es capaz de excretar sal por las hojas, cubriéndolas de un blanco que rechaza la luz. Evidentemente esto hace al acebo un vegetal muy tolerante a la sal.

Las plantas tienen el mismo problema por la obtención de agua que los animales, y la competencia por el agua es inmisericorde, como en el caso del arbusto llamado Gobernadora (Larrea tridentata). Sus flores y hojas tienen olor a creosota, de ahí su nombre en inglés de creosote bush. Crece en los desiertos del oeste de México y los EEUU, en Sonora, Chihuahua y también en el Mojave. Obtiene agua con raíces muy profundas de hasta 50 metros, pero también tejiendo una extensa red de raíces casi superficiales que atrapan toda el agua del los alrededores, a tal punto que no permite el crecimiento de ninguna otra a su alrededor en las zonas muy áridas, afectando a sus propios hijuelos: esto lo resuelve haciendo brotar clones alrededor suyo y formando anillos que se van ensanchando. Por esta peculiaridad de crecer por medio de clones, se descubrió que la gobernadora es el ser vivo más longevo del mundo, creciendo un mismo ADN en el mismo sitio por casi 12 mil años.

En el área costera del desierto de Atacama en Sudamérica existe una especie de plantas que ha podido vivir por muchos años en condiciones de aridez extrema con a penas 2 mm de lluvia por año. Las variedades de Tillandsia, que son epífitas (no necesitan tierra para vivir), toman agua de la camanchaca (garúa matutina del océano). Sus tricomas, además de reflejar la luz, les sirven para atrapar el agua de la neblina. Se ha logrado, gracias a su estudio, determinar un registro de neblinas de 3.000 años, llegando a la conclusión de que las neblinas han ido en aumento a través de los años en esa zona sudamericana. Incluso el nitrógeno que toda planta necesita, lo toman estas especies de la neblina que lo lleva en suspensión desde el océano a la tierra firme.

Plantas del desierto

Varias otras plantas suplen todas sus necesidades de agua almacenando de una sola vez aquella proveniente de las esporádicas lluvias torrenciales, que ocurren más o menos una vez al año. La mayoría de los cactus usan esta técnica. Uno de ellos es el saguaro, cactus gigante que alcanza los 15 m de altura, sólo o ramificado, siempre en columnas cilíndricas y gruesas. Cuando llueve se hincha, a tal punto que un saguaro grande es capaz de retener una tonelada de agua (como el de la foto más abajo).

Saguaro

El enemigo numero uno de las plantas del desierto es la evaporación; algunas especies contienen hojas diminutas y con pocos estomas, pero otras, saguaro incluido, las han perdido completamente y han incorporado sus estomas al tronco. Las espinas no solo cumplen el rol de proteger a los cactus de los depredadores sino también, y quizás sobretodo, de crear un colchón de aire que disminuya la evaporación. Sus estomas están al fondo de los canales, y han desarrollado la capacidad de transpirar en la noche, cerrando gran parte de sus estomas durante el día. El saguaro utiliza entonces el agua muy gradualmente, esperando cada próximo aguacero. Está también protegido contra el hombre, su savia contiene un veneno letal.

Otros cactus y otras plantas sí ofrecen agua al viajero, y los indígenas son expertos en reconocerlos. A veces una muy pequeña plantita esconde un balón de agua, del tamaño de una pelota, bajo tierra. Saben también reconocer las potables de las amargas, que usan sólo para refrescarse el cuerpo.

Hay una planta de hojas muy largas que aguanta temperaturas de 55°C o más: la welwitschia del Namib. Es capaz de atrapar el agua con una raíz muy profunda, pero también la obtiene de la niebla matutina, mediante los estomas de sus hojas, directamente, o haciéndola correr hacia el centro donde se halla un bajo pero ancho tronco. Sus hojas, que solamente son dos, son las más largas del mundo. Se parten con el tiempo, haciendo que la planta tome la apariencia de un pulpo. Sus extremos se secan y mueren, pero sus dos grandes hojas partidas están en permanente crecimiento, como el cabello. Es una planta muy longeva, hay ejemplares vivos de 1.500 años. Es única, vive solamente en Namibia y Angola, considerada un fósil viviente, pertenece a la familia de las coníferas.

Welwitschia del Namib

El efecto de la lluvia en los desiertos

Los desiertos transforman todo su paisaje cuando llueve, se vivifican velozmente, mostrando lo fértil de su tierra (los oasis son una demostración del potencial del desierto si lloviera en sus tierras). Gran parte del terreno se puebla de flores de los más variados colores muy súbitamente: son las semillas que esperaban por el agua para florecer. Como a veces hay amagos de lluvia, muchas plantas han desarrollado encimas retardadoras del crecimiento que reconocen cuando hay agua abundante y cuando no; pero una vez que germinan deben hacerlo muy rápidamente, hasta alcanzar la madurez y entregar nuevamente semillas.

Con la lluvia también surgen sapos del desierto, por ejemplo en los desiertos de Arizona y de Sonora, sapos que permanecieron diez meses enterrados varios centímetros debajo del suelo, o al igual que 13 especies de sapos del desierto australiano, que a veces esperan 18 meses antes de emerger. Salen por las grietas y se dirigen de inmediato hacia las charcas a llamar a las hembras, se aparean y se olvidan todos unos de otros, las hembras depositan sus huevos en las charcas y se dedican todos a saciarse de comida, pues no volverán a ingerir nada en diez meses. Los sapos carnívoros comen todo tipo de insectos, pequeños reptiles y comen artemias, que también nacen con las lluvias monzónicas. Las artemias son pequeños crustáceos que nacen a partir de huevos (también llamados quistes) que pueden resistir años en tierra seca y que además pueden ser transportados por el viento. Otros sapos del desierto son vegetarianos y comen algas, que se desarrollan rápidamente a partir de sus esporas, tan velozmente como los renacuajos. Estos últimos aparecen un día después de haber sido fecundados los huevos.

Sapos del desierto

Según lo que coman, se desarrollarán distintamente: los que comen artemias, crecerán más rápido en un principio, serán carnívoros y devorarán a sus hermanos sapos comedores de algas, pero si no sigue lloviendo los carnívoros tienen menos posibilidades de seguir creciendo, entonces los vegetarianos lograrán el desarrollo completo, que en la práctica consiste en desarrollar las patas suficientes como para saltar de la charca y no morir ahogados cuando se seque el barro. Los jóvenes y viejos sapos empiezan a enterrarse cuando la lluvia cesa, desarrollan un capullo de varias capas que los protege de la deshidratación cubriendo todo su cuerpo menos sus fosas nasales, que no quedan enterradas sino al descubierto. Así el sapo logra respirar, pero a un ritmo cinco más lento que su estado de reposo, esto le permite vivir sin alimento ni agua por más de 18 meses. En el intertanto, mientras saltan y se entierran, aves y lagartos gozan de un festín de abundancia.

La vida en las dunas del desierto

Topo Dorado

Sólo una parte de los desiertos es de arena y de dunas, la mayoría es tierra compacta y piedras. Las dunas se forman por el choque constante de pequeñas piedrecillas que se van achicando con el tiempo hasta formar granos. Las dunas se mueven lentamente con el viento, como olas; pero cuando hay una zona de encuentro de vientos forman una estrella que puede permanecer siglos en el mismo lugar y que sirve de señal para los nómades. También hay vida en esas arenas tan calientes: unos geckos (salamandra del Namib) que han adaptado sus patas para no hundirse en la arena, con membranas entre sus dedos. Cuando están detenidos alzan alternativamente sus patas para enfriarlas al viento.

Otros pequeños lagartos han optado por "nadar" bajo la superficie de la arena, bastante más fría. Otros más han perdido sus patas para simplemente culebrear en la superficie. Estos animales se alimentan de insectos que detectan por las vibraciones producidas en la arena. A su vez, son cazados por otros animales, como el topo dorado (en la foto de arriba), un eximio nadador de arena totalmente ciego, saliendo a la superficie únicamente de noche, para cazar, y de día durmiendo a unos 50 cm. bajo la arena, con el metabolismo ralentizado.

Investigación y Redacción: Álvaro Riquelme Marinkovic
Fecha de publicación: 13-10-2020
Última actualización: 13-10-2020

Fuentes:

David Attenmborough - El planeta viviente (1984)
BBC: Deforestación: los 10 países que perdieron más bosque virgen en el mundo (y 5 están en América Latina) (2020)
Newscientist: See the world's oldest organisms (2010)
BBC: Chile: la rara especie del desierto Atacama que se alimenta de neblina (2015)
Frontiers in Earth Science: Humans as Agents in the Termination of the African Humid Period (2017)

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