El sueño y la salud
El promedio de horas de sueño en los EEUU era de 9 horas por noche en 1910, de 7.5 horas por noche en 1975 y actualmente es de 6.8 horas por noche. Un 30% de los adultos que trabajan en ese país declaran actualmente dormir menos de 6 horas por noche de forma habitual. Estas cifras pueden ser las mismas en la mayoría de las ciudades grandes de cualquier parte del mundo, donde la presión por ganar dinero teniendo dos trabajos, los largos tiempos de traslado debido al tráfico vehícular o el estrés típico de las capitales, hacen perder horas que deberían estar dedicadas al descanso y la recuperación del cuerpo.
No se ven campañas publicitarias para cuidar el sueño. Incluso el sacrificar horas de sueño por trabajo y dinero es bien visto. Quizás porque las consecuencias son desconocidas para la mayoría de la población. El dormir bien, hasta que el cuerpo esté satisfecho, no debería ser un lujo. Evolutivamente hablando, nuestros cuerpos no están adaptados para largos períodos de déficit de sueño. El hombre es el único animal que pudiendo dormir bien, no lo hace.
Te acuestas cansado, después de un día de trabajo, y al otro día te levantas fresco, recuperado. Tras varios días resfriado, te acuestas congestionado, y al otro día, al despertar, el resfrío ha desaparecido. Algo ocurre cuando dormimos que nos da fuerzas, que nos renueva, que nos regenera. Los bebés duermen mucho, y es el tiempo cuando más crecen. Los ancianos duermen poquito, y son frágiles, las heridas tardan mucho más en curarse, algunas no curan nunca. En el sueño se esconde el Santo Grial. Veamos qué nos dice la ciencia sobre el dormir, seguro que hay cosas que no sabías.
El déficit de sueño deteriora el aparato cognitivo
Una falta de horas de sueño produce problemas tanto en la memoria como en el aprendizaje. Dormir bien después de un día de aprendizaje es fundamental para que las enseñanzas perduren vivas en la memoria. También se ha descubierto recientemente que es fundamental haber dormido bien antes del aprendizaje, un poco como si el cerebro fuera una esponja que necesita limpiarse antes de volver a atrapar enseñanzas (1).
Matthew Walker y su equipo hicieron un estudio para medir los efectos de la falta de sueño en un grupo de personas comparado a un grupo de control que durmió cómodamente durante ocho horas. El primer grupo pasó la noche en vela, sin dormir. Al día siguiente, todos los cerebros de ambos grupos fueron analizados con un escáner de resonancia magnética por imágenes, mientras les mostraban una lista de cosas para aprender. Después de las resonancias y de la exposición de lo que tenían que aprender, se les hizo un test para comprobar cuánto habían aprendido. El resultado fue que el grupo desprovisto de sueño recordó o asimiló un 40% menos de enseñanzas que el grupo de control. En la vida real, ese 40% podría representar el éxito o el fracaso para pasar un examen; si el estudiante estudió durmiendo poco, su retención también habrá sido menor.
El hipocampo, en rojo, visto desde atrás de un cráneo
En cuanto al análisis de las resonancias magnéticas, hallaron diferencias en el hipocampo, que como señala Walker, es el lugar del cerebro donde se retienen las enseñanzas o las memorias nuevas (2). En el grupo de control, que durmió bien, encontraron actividad en el hipocampo a medida que la información era expuesta, mientras que en el grupo que no durmió no hallaron ninguna actividad en el hipocampo. Durante el sueño profundo, la memoria del día, retenida en el hipocampo, se transfiere al córtex cerebral, que es donde todas nuestras memorias son almacenadas. Esta actividad es capaz de observarse a través de grandes ondas cerebrales que se producen mientras dormimos. Estas ondas de alta frecuencia se manifiestan como grandes pulsos de actividad eléctrica llamados husos del sueño. Después que la memoria es transferida desde el hipocampo al córtex cerebral, fenómeno también conocido como consolidación de la memoria, el hipocampo es liberado y queda listo para un nuevo día de nuevas memorias que retener, y al mismo tiempo las memorias quedan guardadas en un lugar más estable y duradero.
Otro estudio científico (3) halló la misma relación entre un sueño reparador y el aprendizaje. El Dr. David Gozal examinó a 297 niños de primer grado de primaria con bajo rendimiento académico y encontró problemas de apnea del sueño en el 18% de ellos, cuando el promedio nacional en niños norteamericanos con ese problema es solo del 3%. De los 54 niños con apnea, 24 fueron operados de las amígdalas y adenoides (extirpación). Los padres de los otros 30 niños no quisieron operar a sus hijos. El resultado académico de los 24 niños mejoró sustancialmente al año siguiente, mientras que el del resto de los niños, con o sin apnea, se mantuvo igual.
Enfermedades degenerativas de la vejez, como la demencia senil o el Alzheimer, tienen un síntoma común con el déficit de sueño: la pérdida de memoria y la falta de retención de hechos recientes, conocido también como deterioro cognitivo. Si sumamos a esto que con la edad no solamente dormimos menos sino que vamos perdiendo poco a poco las horas de sueño profundo, la correlación entre la memoria y el dormir bien se hace cada vez más evidente. Walker señala que quizás todos estos años de investigación han estado pasando por alto, o al menos subvalorando, la importancia del buen dormir como estrategia de prevención de estas y otras enfermedades degenerativas.
Por otro lado, las pastillas para dormir no son para nada una manera de obtener buena calidad de sueño, porque no producen el mismo sueño natural, y que al contrario, han sido asociadas últimamente al cáncer y a un mayor riesgo de muerte. Las pastillas para dormir reducen la cantidad de sueño REM y de sueño profundo, que son las fases del sueño regeneradoras y restablecedoras de la energía. Walker más bien aboga por tecnologías nuevas por medio de electrodos, que con microvoltaje aplicado a ciertas áreas del cerebro, logran amplificar los ya mencionados husos del sueño, mejorando sustancialmente la memoria de personas jóvenes y adultos sanos, voluntarios del laboratorio del sueño donde trabaja, y que él espera pueda ayudar a la creciente cantidad de adultos mayores con este tipo de problema.
También menciona la estrecha correlación entre los resultados académicos de algunos condados de los EEUU que decidieron retrasar el horario de entrada a clases de sus estudiantes. Cita un ejemplo de una ciudad (Edina) que cambió el horario de entrada al colegio desde las 7:25 am a las 8:30 am, y entremedio comenta que los niños que entran a clases a las 7:25 am suelen tener que estar levantados a las 5:00 am para alcanzar a asearse, tomar desayuno, tomar el bus y recorrer en él el camino a la escuela. El promedio de los resultados académicos subió en ese condado casi en un 20%. No sólo eso, los accidentes vehiculares por la mañana se redujeron, los problemas psicológicos y psiquiátricos también disminuyeron, al igual que el ausentismo escolar. Todo eso al ganar una hora más de sueño durante la noche.
El déficit de sueño altera las emociones
Vistas de las amígdalas y del hipocampo
La disminución de las horas necesarias de sueño también provoca problemas emocionales, pues las personas experimentan hiperactividad en las emociones y actitudes muchas veces irracionales. Fisiológicamente esto se traduce en un 60% más de actividad en las amígdalas de personas con déficit de sueño comparadas con las que durmieron bien. En las primeras la conducta se vuelve más irritable, más voluble, más reactiva y a veces más agresiva, mientras que en las segundas es mucho más estable y modesta. Y resulta que esta mayor actividad en las amígdalas y también los cambios en el comportamiento, se encuentran en personas con depresión, con trastornos post-traumáticos, con trastornos de ansiedad, con esquizofrenia y también en personas que han intentado o cometido suicidio. De allí que se hayan puesto a estudiar si había al menos correlación estadística, entre el déficit sostenido de sueño y los trastornos mentales antes citados. La evidencia fue abrumadora. Walker afirma que no pudieron encontrar ninguna enfermedad o condición psiquiátrica en la que el sueño fuera normal.
El déficit de sueño convierte la sangre joven en un perfil de sangre vieja
El mal dormir no solamente está involucrado en problemas mentales o de aprendizaje. También lo está con algunas funciones corporales como por ejemplo el metabolismo o las hormonas sexuales. La falta de sueño altera la producción de hormonas sexuales. Los niveles de testosterona de personas que duermen cinco horas o menos equivalen al de personas diez años mayores. Lo mismo ocurre en las mujeres desprovistas de sueño adecuado por largos períodos, muestran problemas con su hormonas sexuales. Un examen de sangre realizado en cualquier persona que lleve una semana durmiendo mal, tendrá niveles de glucosa que un doctor lo calificará como prediabetes, sus niveles de cortisol en sangre (altos en personas sometidas a estrés y en acianos), serán los mismos que los de una persona de la tercera edad, y la secreción de la hormona estimulante de la tiroides (TSH) se verá reducida (4).
El déficit de sueño durante tan solo una semana, hace que la sangre sea muy parecida a la de una persona de la tercera edad. La investigadora Eve Van Cauter, pionera en los estudios de déficit de sueño (antes solo se había estudiado la privación total de sueño), nos advertía el año 1999: “Sospechamos que el déficit de sueño no solamente acelera la llegada sino que aumenta la severidad de enfermedades relacionadas con el envejecimiento como la diabetes, la hipertensión, la obesidad y la pérdida de memoria”.
El déficit de sueño reduce la inmunidad y está relacionado con la aparición de problemas cardiovasculares y algunos tipos de cáncer
El sistema inmune también se ve afectado si perdemos horas de sueño. En un estudio de Mike Irwin, basta con que en lugar de ocho horas durmamos tan solo cuatro horas, para que el recuento total de linfocitos (células que se encargan de eliminar células intrusas o células cancerígenas) se vea reducido en un impresionante 70% (5). Eso es inmediato, ocurre al día siguiente del déficit de sueño. Hay que imaginarse qué le pasa al sistema inmune no en solamente una noche sino en meses de dormir poco.
Foto de microscopía electrónica de un linfocito atacando una célula cancerosa
Las correlaciones estadísticas entre varias formas de cáncer y personas que duermen poco son cada vez más numerosas, y los resultados saltan a la vista en los cáncer de colon, de próstata y de mama. Si ya se padece un cáncer, y se duerme poco, los estudios indican que el cáncer se vuelve más agresivo, se difunde más, y se propaga más rápido, acortando la esperanza de vida del paciente (6). Según otro estudio de Mike Irwin, un año de déficit de sueño multiplica por 16 el riesgo de padecer depresión. La misma OMS declaró hace no mucho tiempo a los trabajos por turnos nocturnos como probables cancerígenos, no por el hecho de trabajar de noche, sino porque muchos trabajadores se saltan el sueño hasta la noche siguiente y también porque aún durmiendo al día siguiente las ocho horas, de todas maneras altera los ritmos semanales del sueño. Los estudios epidemiológicos son tajantes: sacrificar el sueño por el trabajo u otras actividades, acorta la vida, y empeora la calidad de vida. Más aún, el dormir poco es un factor que se encuentra en casi todas las enfermedades.
En otro estudio, se limitó a seis horas de sueño durante una semana a un grupo de voluntarios adultos y sanos, y se comparó la actividad de sus genes con la que tenían antes, cuando durmieron ocho horas durante una semana. Más de 700 genes vieron alterada su actividad en cada uno de los voluntarios. La mitad de los genes aumentó su actividad, y la otra mitad disminuyó su actividad. Estos últimos genes que disminuyeron su actividad codifican la actividad del sistema inmune. La otra mitad, los genes que aumentaron su actividad, son genes que expresan el aumento del estrés (relacionado con los problemas cardiovasculares), los procesos inflamatorios y la generación de tumores (2).
La reacción de los organismos, en general de todos los mamíferos, cuando se disminuyen sus horas normales de sueño, es una llamada de emergencia al sistema inmune ante un peligro inminente, y la reacción es una inflamación generalizada, en desmedro de los linfocitos que ven reducido su número (por eso el cuerpo responde menos a la vacunación si ha dormido mal, o por eso también es más probable resfriarse). La inflamación, si se vuelve crónica por un déficit sostenido de sueño, degrada los telómeros, que son pedacitos de ADN en los extremos de los cromosomas que previenen la degradación de los genes. Como resultado, la degradación de los telómeros puede conducir a la muerte celular, envejecimiento prematuro o incluso cáncer. Existen estudios recientes en personas con déficit sostenido de sueño que muestran que sus telómeros son más cortos, y por lo tanto más susceptibles a degradarse.
Dormir poco engorda
El dormir menos de lo necesario también ha sido asociado hace tiempo con el sobrepeso, la obesidad, con sentir más hambre de lo normal, y con una reducción en la capacidad de perder grasa corporal, por ejemplo en gente que hace dieta pero duerme menos de lo recomendado.
Si alguien hace dieta baja en calorías y duerme menos de lo necesario durante el período de dieta, quemará menos grasa que si duerme normalmente. El estudio realizado (7) para este descubrimiento analizó un mismo grupo de personas por casi un mes, las primeras dos semanas durmiendo lo normal y las otras dos semanas durmiendo con sueño restringido (5.2 horas), pero manteniendo durante todo el experimento la misma ingesta calórica diaria de solo 1.450 calorías por día. La pérdida de peso en los dos períodos fue la misma en términos absolutos. La diferencia estuvo en que del peso perdido en el período de sueño normal, un 50% correspondió a grasa corporal, mientras que la parte de grasa del peso perdido con sueño restringido solo correspondió al 25%. Además los niveles de grelina de este último período fueron casi un 15% más altos, lo que valida que también durante el tiempo de sueño restringido los participantes hayan manifestado sentir más hambre que cuando dormían bien; la grelina es conocida como la hormona del hambre.
La sensación de hambre aumenta cuando dormimos menos, y esto está relacionado con el sistema endocanabinoide y la liberación aumentada de uno de sus mensajeros, el 2-araquidonilglicerol, molécula también presente en la marihuana y responsable de los atracones de comida observados cuando el entusiasmo generado por la planta empieza a menguar. Esto lo demostraron (8) estudiando un grupo de voluntarios veinteañeros perfectamente sanos, sometiéndolos a cuatro noches de sueño normal (7.5 horas de sueño) y a otras cuatro noches de sueño reducido (4.2 horas de sueño), y tomando muestras de sangre en la mañana, a mediodía y en la tarde, para detectar los niveles del mensajero canabinoide en cuestión y también de dos hormonas relacionadas con el hambre: la grelina (que “pide” comida) y la leptina (que “dice” basta).
Los niveles comparados entre sueño normal y sueño reducido del mensajero canabinoide fueron más 33% más altos cuando su sueño fue reducido y permanecieron más tiempo en la sangre. Al mismo tiempo los voluntarios manifestaron que sintieron bastante más hambre de lo normal durante el período de sueño reducido. También se detectó no solamente que comían más sino que preferían alimentos más calóricos, sobretodo grasas, lo que da a entender que también se alteró su sistema límbico donde se ejercen las preferencias por una u otra opción (probablemente en el hipotálamo). Esto ocurrió durante los cuatro días de sueño reducido. Si bien el estudio fue con pocas personas y por poco tiempo, la proyección es un probable sobrepeso en personas que sistemáticamente duermen menos de lo necesario por largos períodos de tiempo.
Al mismo tiempo, los niveles de la hormona grelina aumentan cuando hay déficit de sueño. Según Eve Van Cauter esto tiene una razón evolutiva: un animal solamente va a sacrificar sus horas de sueño si necesita más tiempo para buscar comida. Durante los cientos de miles de años de evolución de los mamíferos, el cuerpo aprendió a interpretar el déficit de sueño como una urgencia por acumular calorías y así el resultado es que en los períodos donde se reducen las horas de sueño el organismo genera más grasa y envía más señales de hambre que lo normal.
Apnea e hipopnea del sueño
Un problema más difícil de manejar que el dormir poco, es la mala calidad del sueño a pesar de acostarse temprano. Uno de esos problemas es la apnea obstructiva del sueño. Dos son los síntomas: fatiga durante el día, y deterioro de la memoria. Durante la noche, las personas que padecen de dicho problema, dejan de respirar por segundos o incluso minutos, varias veces durante la noche. Existe maquinaria médica domiciliaria que es capaz de prevenir la apnea del sueño, se trata de un generador de flujo aéreo (CPAP en inglés) que inyecta aire regularmente mientras la persona duerme.
Otro tipo de problema respiratorio nocturno, más difícil de diagnosticar, que no es una apnea sino una hipopnea que han llamado síndrome de resistencia de la vía aérea superior (SRVAS), tiene síntomas similares y suele estar acompañado de hipertensión arterial. En este tipo de patología el flujo de aire no se detiene pero en cambio por largos momentos es demasiado bajo. La misma máquina CPAP, solo que regulada con mayor flujo de aire, ha logrado recuperar pacientes que estaban perdiendo la memoria y que no tenían fuerzas suficientes durante el día para llevar una vida normal.
La apnea e hipopnea del sueño son agrupadas con el genérico de trastornos respiratorios del sueño. El sueño como tal, en toda su amplitud, se empezó a estudiar científicamente recién en los años 1920, y aunque se ha avanzado, todavía quedan muchas preguntas por responder. Las ratas, una vez más, han sido las mártires del avance científico. El Dr. David Gozal se preguntó si acaso el oxígeno era la clave para entender algunos problemas asociados tanto a la cantidad de sueño como a su calidad. El experimento consistió en reducir intermitentemente la cantidad de oxígeno del ambiente donde su grupo de cobayas dormía, y también en eliminar completamente el oxígeno, por intervalos cortos.
El resultado fue el esperado: las ratas mostraron problemas cognitivos, sus electroencefalogramas fueron similares a los EEG de personas con apnea, y el análisis del tejido neuronal mostró que habían perdido neuronas en regiones relacionadas con el aprendizaje y la memoria (3). Las ratas también mostraron problemas inflamatorios, predictores de problemas cardíacos. A nivel genético, descubrieron una clara correlación entre la apnea y la alteración en la expresión de genes relacionados con la inmunidad. No encontraron una mutación genética sino una epigenética alterada (un cambio en la expresión de un gen), producto de algo que se conoce como metilación genética, donde al añadirse un grupo metilo a cierta parte del genoma, lo inactiva. Es como si la apnea apagara el interruptor de uno de los genes que codifica funciones inmunitarias. Pero no es solamente la reducción del oxígeno lo que ocasiona problemas, sino también la fragmentación del sueño (9) producto de la apnea, que muchas veces impide alcanzar el sueño profundo.
La apnea obstructiva y la fragmentación del sueño pueden llegar a ser un problema grave si se vuelven crónicas o si se agudizan. Casi todo el mundo tiene obstrucciones durante la respiración nocturna, pero en personas sanas las obstrucciones son superadas rápidamente por la reactivación de los músculos involucrados en la respiración, prácticamente como un movimiento reflejo. En cambio en las personas que sufren de apnea dicha reacción muscular se pospone hasta que la persona despierta, lo que significa que existe un deterioro o un daño en los sistemas de control y de alerta de baja oxigenación o de elevado CO2 en sangre (hipercapnia), pues los músculos del tórax y de la vía aérea superior no reciben ninguna señal en los pacientes con apnea obstructiva. Dichos sistemas de control se encuentran en el cerebro.
Los estudios por resonancia magnética realizados en 2002 por el doctor Harper y su equipo descubrieron disminución de la materia gris en pacientes con apnea obstructiva del sueño (10), en varias zonas del cerebro: córtex parietal, frontal, y del cíngulo anterior, en el lóbulo temporal, el hipocampo y el cerebelo. Es decir, deterioro en zonas involucradas tanto en las funciones cognitivas como motoras, estas últimas afectando precisamente la activación de los músculos que se ocupan para respirar.
Dormir bien
Estudios con moscas de la fruta demostraron que sus cerebros hacen una limpieza neuronal después de dormir. El experimento (11), llevado a cabo por Paul Shaw, consistió en exponer moscas de la fruta a un entorno rico en interacciones sociales. Contó las sinapsis neuronales, antes y después de dicha exposición y como era de esperar, las sinapsis eran mucho más numerosas después de la interacción social, pues esto significaba que habían generado memoria. Esperó que las moscas durmieran (durmieron un poco más de lo normal, probablemente porque había que consolidar más recuerdos) y luego volvió a contar las sinapsis, encontrando que su número se había reducido en gran medida comparado al estado post-exposición social. Y este hecho representa, más que una pérdida de memoria, una optimización del espacio para los recuerdos.
El sistema linfático, que entre otras funciones, se encarga de limpiar el organismo de los productos de desecho del metabolismo, no actúa en el cerebro ni en la médula espinal. El cerebro tiene su propio sistema de limpieza, descubierto en 2015 por la investigadora danesa Maiken Nedergaard, si bien ya se conocía desde hace tiempo la existencia del líquido cefalorraquídeo, no se conocía muy bien su función ni su mecanismo. Dicho sistema de limpieza cerebral, conocido como sistema glinfático, funciona solamente cuando dormimos (12). Es entonces cuando las células gliales, que tienen forma de estrella como las neuronas pero no hacen sinapsis, ayudan a remover metabolitos tóxicos como los péptidos beta-amiloides que tienen estrecha relación con el desarrollo del mal de Alzheimer y otras enfermedades neurodegenerativas.
Un estudio de la Universidad de Washington descubrió que las ratas con déficit de sueño desarrollaban mucho más a menudo placas de dichos metabolitos en sus cerebros que las ratas que dormían bien. El déficit de sueño en las ratas fue inducido inyectándoles la hormona orexina, cuya presencia en la sangre es alta durante la vigilia, baja cuando se duerme, y nula cuando se sueña. Al mismo tiempo, dormir bien, a destajo, reduce la cantidad de placa amiloide en el cerebro (13). Investigaciones recientes señalan que durante el sueño profundo es cuando mejor funciona el sistema glinfático, hecho asociado también a una baja frecuencia cardíaca. También hay una correlación muy marcada entre el deterioro cognitivo y la poca cantidad de sueño profundo, que es un deterioro de la calidad del sueño. Nedergaard es partidaria de prevenir o frenar el Alzheimer cuidando el sueño, pues hace mucho tiempo que se conoce la relación entre el déficit crónico de sueño y esa enfermedad.
El neurobiólogo Paul Shaw ve todavía más allá, pues afirma que cuidar el sueño no solamente previene muchas enfermedades sino que también es capaz de restablecer la salud. Para llegar a ese tipo de conclusiones, ha estudiado el efecto del sueño en moscas de la fruta modificadas genéticamente para que padezcan enfermedades como el Alzheimer. Y ha logrado curarlas simplemente poniéndolas a dormir. La pregunta lógica es: ¿cómo sabe que no tienen las moscas supuestamente curadas los problemas cognitivos típicos del Alzheimer? Esta vez no fue con un recuento de neuronas ni tampoco mirando al microscopio si había desaparecido la placa amiloide de sus pequeños cerebros. Fue más bien el estudio de su comportamiento.
Primero entrenó a las moscas para que aprendieran algo simple. Sí, las moscas son capaces de aprender. Usó dos métodos. En el primero les dio a elegir entre dos opciones para entrar a tubos de ensayo, uno luminoso, pero con la amarga quinina dentro, y otro tubo oscuro, pero sin quinina. Las moscas son atraídas por la luz, pero no les gusta la quinina. Pronto prefirieron entrar al tubo oscuro. En el segundo método les puso en frente a una hembra que ya estaba preñada. Después de varios intentos, las moscas no insistieron más, aún si les ponían una mosca virgen en frente.
El paso siguiente fue hacer los mismos experimentos con moscas modificadas genéticamente para que no pudieran tener ni formar memoria. Moscas así no recordarán nunca que el tubo con luz tiene la desagradable quinina o que la hembra que tienen al frente no quiere nada con ellos. El descubrimiento que hizo Shaw fue que acrecentando el sueño de esas moscas mutantes, es decir poniéndolas a dormir por más tiempo de lo normal, ¡recuperaron la memoria! (14), tanto la de corto plazo como la de largo plazo. No porque su genética se recompusiera, sino por una de las cualidades del cerebro que es la plasticidad, la capacidad de encontrar nuevos caminos para restaurarse. El científico no sabe exactamente qué mecanismo lo logró, si fue un nuevo circuito neuronal, o bien nuevas moléculas usando el mismo circuito, pero el resultado fue concluyente. Usaron dos fármacos diferentes para ponerlas a dormir, que tenían según sus análisis las mismas características que el sueño natural, y también modificando un gen que favorece el sueño. El resultado fue positivo con cualquiera de las tres formas para ponerlas a dormir, pues hubo restauración de la memoria.
La sedación por pastillas para dormir solo apaga el córtex, no reproduce los mismos patrones del sueño natural, sobretodo en lo que atañe al sueño profundo. La melatonina solo sirve para quedarse dormido, pero tampoco reproduce el sueño natural, así es que si despierta en la noche no funciona mucho. El alcohol también es un sedante, apaga la conciencia pero no reproduce el sueño natural, además fragmenta el sueño con microdespertares, y bloquea el sueño REM. Esto también sucede con la mariguana. El café reduce la proporción de sueño profundo. (2)
¿Y entonces porqué algunas personas duermen poco pero se sienten vitales y sin problemas?
Esta es la pregunta del millón que mucha gente se hace, incluyendo a los científicos. La mayoría de las personas, si duerme menos de seis horas, a corto plazo se siente mal, con modorra, poca vitalidad y hasta poca claridad mental, y a largo plazo tienen problemas de salud. Pero existen unas pocas personas que andan de lo más bien durmiendo 4 o 5 horas por noche, no esporádicamente sino siempre, y además sin dormir siesta. Son la excepción, algunos estiman que solo una de cada cuatro millones de personas tiene esta capacidad.
Existe un estudio muy reciente (15) en el que proponen que esta condición podría tener un origen genético. A partir de dos voluntarios, un padre que duerme habitualmente alrededor de 5,5 horas por noche, y su hijo, que duerme habitualmente solo un poco más de 4 horas por noche, identificaron un gen en común que creen puede ser en parte responsable de tal capacidad. Tanto el padre como el hijo tienen buena salud y aseguran no padecer cansancio ni pérdida cognitiva, ni malhumor, ni ansiedad, ni ninguno de los síntomas que sentimos los mortales cuando hemos dormido cuatro horas. Lo que los investigadores hicieron fue criar una rata modificada genéticamente, insertándole el gen en común de los voluntarios en su ADN. El gen reemplazado en la rata codifica el receptor del neuropéptido S. Dicho neuropéptido inyectado en ratas normales les causa hiperactividad y desvelo.
Las ratas no duermen de corrido como los humanos modernos sino que duermen por intervalos más cortos de tiempo durante el día y la noche. La rata con el gen de los voluntarios durmió menos en cada intervalo, pero la diferencia con las ratas normales no fue tan acentuada como aquella que existe entre los voluntarios y un humano promedio. Probablemente porque hay más de un gen involucrado en la capacidad de dormir poco. La diferencia fue de alrededor de un 10% menos en total cada 24 horas. También se redujo, en la rata modificada, la cantidad de sueño REM (que es cuando se genera la mayoría de nuestra actividad onírica), en mayor proporción que el sueño no REM (cuando dormimos sin soñar).
De todas maneras, todo indica que en los voluntarios existe una mayor eficiencia en sus cerebros para limpiarse de residuos, para consolidar la memoria, y para no ver perjudicado su sistema inmune. No se conoce todavía el mecanismo, pero es posible que estos procesos ocurran por intervalos cortos mientras los individuos están despiertos (además de una mayor eficiencia cuando duermen), algo que en personas normales solo ocurre mientras se duerme.
No dormir te puede matar
Las investigaciones de Allan Rechtschaffen publicadas en 1989 (16) determinaron que a las ratas que se les impide completamente dormir, mueren entre 11 y 32 días después de empezar a impedírselo. Extrañamente no se pudo identificar la falla orgánica, ninguna causa de muerte anatómica fue encontrada, todos sus órganos parecían normales. Pero los síntomas fueron claros y comunes a las pobres diez ratas del experimento: un debilitamiento extremo, dificultades para mantener la temperatura corporal, y pérdida de peso, a pesar de que todas las ratas aumentaron su ingesta de alimento durante el período.
Existe una muy rara enfermedad genética, llamada Insomnio Familiar Letal, detectado en a penas 30 familias en todo el mundo, que en promedio aparece a los 50 años. De un día para el otro dejan de dormir. Después de varias semanas su pulso y presión sanguíneas están muy altos, y sudan mucho. Después tienen dificultades para caminar, mantener el equilibrio o hablar. Finalmente, tras meses sin dormir, caen en un estado parecido al coma y fallecen. Sus autopsias señalan un daño cerebral en el tálamo. De todas maneras esa mutación genética nos quiere decir algo más, porque cualquier persona que no duerma por tres o cuatro días estará alucinando y haciendo cualquier cosa, ni hablar de qué le pasaría en una o dos semanas, y peor en meses, es decir que quienes tienen esa mutación muestran al mismo tiempo una resistencia muy por sobre la norma a la falta de sueño.
Hay muchos casos de personas fallecidas por no dormir, sobretodo entre los gamers, que hacen maratones de 40 horas seguidas jugando videojuegos (17), pero también en gente que se obliga a trabajar demasiado, como el caso de la periodista japonesa (18) que murió de un ataque al corazón después de trabajar más de 150 horas extras en un mes, sacrificando sus horas de sueño. En Japón existe una palabra para la muerte por exceso de trabajo: karoshi.
Saltarse una noche de sueño puede ser muy peligroso. Después de 24 horas sin dormir el estado de alerta es casi igual al de un borracho. Las reacciones son mucho más lentas, y los movimientos pierden exactitud. Como es difícil e incluso poco ético hacer experimentos en humanos para investigar los efectos de la privación total de sueño, los científicos aprovechan cualquier ocasión para estudiarlo.
Es el caso de un estudio del doctor en neurocirugía de las universidades de Tel Aviv en Israel, y de la UCLA en los EEUU, Dr. Itzhak Fried, que estudió las reacciones cerebrales de un grupo de personas que iban a ser sometidos a una cirugía cerebral para sanar su epilepsia. Resulta que la privación de sueño en personas con epilepsia, desencadena las convulsiones. Y eso es precisamente lo que necesitaba el Dr. Fried para poder identificar exactamente qué neuronas en sus cerebros provocaban las convulsiones, para posteriormente poder operar en la zona. Como la privación del sueño era una etapa pre-operatoria necesaria, aprovechó la ocasión para estudiar el cerebro de personas privadas de sueño.
Su investigación, que consistió básicamente en hacer que los doce pacientes categorizaran imágenes lo más rápido posible, durante varias pruebas a lo largo de toda una noche, demostró que los tiempos de reconocimiento iban siendo cada vez más lentos a medida que avanzaba la noche. “A diferencia de las reacciones rápidas que ocurren normalmente, las neuronas respondieron con lentitud, su señal fue más débil, y sus transmisiones persistieron más de lo usual”, señaló el Dr. Fried. Un reconocimiento más lento de imágenes puede ser fatal si se va conduciendo y se cruza un peatón, o si se es un peatón que va cruzando una calle. Señala además que debería haber controles en las carreteras parecidos al alcohotest, que alertaran en caso de que la persona maneje con un alto déficit de sueño, que es una de las principales causas de accidentes fatales en carreteras en todo el mundo.
Investigación y Redacción: Álvaro J. Riquelme Marinkovic
Fecha de publicación: 11-11-2020
Última actualización: 17-11-2020
Producido en: Valdivia - Chile
Fuentes:
(1) Walker, Matthew P. “Sleep to Remember: The Brain Needs Sleep before and after Learning New Things, Regardless of the Type of Memory. Naps Can Help, but Caffeine Isn't an Effective Substitute.” American Scientist, vol. 94, no. 4, 2006, pp. 326–333. JSTOR
(2) Matthew Walker | Why We Sleep: Science of Sleep & Dreams | Talks at Google
(3) Miller Kenneth – Wake-up call – Discover Magazine, april 2015
(4) The University of Chicago Medicine - Lack of sleep alters hormones, metabolism, simulates effects of aging – en referencia a: Eve Van Cauter, Et Alii - Impact of sleep debt on metabolic and endocrine function
(5) Irwin M, Mascovich A, Gillin JC, Willoughby R, Pike J, Smith TL. Partial sleep deprivation reduces natural killer cell activity in humans. Psychosom Med. 1994 Nov-Dec;56(6):493-8. doi: 10.1097/00006842-199411000-00004. PMID: 7871104.
(6) Hakim F, Wang Y, Zhang SX, et al. Fragmented sleep accelerates tumor growth and progression through recruitment of tumor-associated macrophages and TLR4 signaling. Cancer Res. 2014;74(5):1329-1337. doi:10.1158/0008-5472.CAN-13-3014
(7) Nedeltcheva AV, Kilkus JM, Imperial J, Schoeller DA, Penev PD. Insufficient sleep undermines dietary efforts to reduce adiposity. Ann Intern Med. 2010;153(7):435-441. doi:10.7326/0003-4819-153-7-201010050-00006
(8) Erin C. Hanlon, PhD, Esra Tasali, MD, Rachel Leproult, PhD, Kara L. Stuhr, BS, Elizabeth Doncheck, BS, Harriet de Wit, PhD, Cecilia J. Hillard, PhD, Eve Van Cauter, PhD, Sleep Restriction Enhances the Daily Rhythm of Circulating Levels of Endocannabinoid 2-Arachidonoylglycerol, Sleep, Volume 39, Issue 3, March 2016, Pages 653–664
(9) Carreras A, Zhang SX, Peris E, et al. Chronic sleep fragmentation induces endothelial dysfunction and structural vascular changes in mice. Sleep. 2014;37(11):1817-1824. Published 2014 Nov 1. doi:10.5665/sleep.4178
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(18) https://time.com/4972787/death-overwork-japan-heart-stress/
https://www.clarin.com/mundo/japon-pais-trabaja-12-horas-dia-muere-oficina_0_q8BdH0OHQ.html