Libertadores de Latinoamérica

México: tres curas precursores de la independencia
La historia de la independencia mexicana está caracterizada por la presencia de tres curas guerreros de primera importancia: Hidalgo, Morelos y Matamoros, el segundo de ellos zambo y de origen muy humilde. Primero fue el cura Hidalgo que comandó las incursiones independentistas, sin éxito, pero dejando un poderoso precedente. Luego fue Morelos con la ayuda de Matamoros, quien comprendió que el ejército formado por Hidalgo estaba mal organizado y compuesto por soldados que más querían los frutos de las victorias, los premios, que la independencia mejicana.

Representación de la arenga del cura Hidalgo
Morelos fue un mejor estratega; en tres campañas sucesivas, proclama la independencia de México tras apoderarse de toda la tierra meridional, Oaxaca y Acapulco incluidas, exceptuados Veracruz, Puebla y la ciudad de México; legisla nuevas leyes y declara a todos los ricos, nobles y funcionarios de primera categoría enemigos del pueblo, que se los desposeerá de todos sus bienes, y que estos últimos serán repartidos entre los pobres y los soldados, cuidando muy bien de que nadie se enriquezca; que se suprimirán las aduanas y se quemarán todos los archivos, los objetos de lujo, y el tabaco; que se limitará el tamaño de las tierras. Su gran enemigo había sido siempre el realista Callejas. Quizás la parte más eficaz de su estrategia fue quemar las plantaciones de tabaco, que constituían la tercera parte de los envíos hacia la corona española.
Pero el colapso de sus conquistas fue aún más rápido que su logro: Callejas es nombrado virrey, y avanza metódicamente por el territorio; Iturbide, brillante oficial criollo al servicio del virrey, logra penetrar en un ataque sorpresa y nocturno en las filas de Morelos, acampadas en las cercanías de Valladolid; Morelos debe huir y Matamoros es fusilado. Desde entonces es Iturbide quien se convierte en el centro de atención del acontecer mexicano. En poco tiempo muestra sus pretensiones independentistas, pero adaptadas a la realidad, es decir manteniendo los privilegios, y además propone una monarquía liberal ofreciendo tres garantías: un rey mexicano, una iglesia siempre poderosa y la igualdad entre gachupines y criollos. En poco tiempo él mismo es coronado; previamente había sido nombrado presidente del consejo de Regencia, cuando reinaba el desorden, lo que a él le convenía, pues generaba un movimiento por coronarlo rey de México. El fastuosismo de la corona no duró mucho: el tesoro se fue agotando, al año estaba solo, los revolucionarios otra vez en lucha, y el descalabro económico por emitir billetes sin respaldo, muy cerca. Iturbide es desterrado hacia Europa. Muy porfiado, vuelve al poco tiempo, pero lo reprenden y lo fusilan.
Venezuela, Colombia, Bolivia, Perú y Ecuador: Simón Bolívar y Antonio José de Sucre
En Venezuela, con Miranda traído de vuelta por Bolívar tras un viaje infructuoso a Inglaterra en busca de dinero y de armas, se proclama la república, que no dura más de un año. Ese mismo año, en 1810, se formaron juntas de gobierno alzando la ambigua proclama de Viva el Rey y Viva la Independencia. Se forman juntas revolucionarias en casi todos los países. La entrega de Miranda a los españoles por parte de Bolívar no se ha podido interpretar con certeza, aunque es más o menos lógico que trataba de salvar el pellejo. Pretende volver a España y hacer batalla por allá, pero cuando sabe que Monteverde, a la cabeza de los realistas españoles, le ha expropiado todos sus bienes, se convence de ser un republicano.
Autoexiliado en Cartagena de Indias escribe y publica un manifiesto a los habitantes de Nueva Granada (parte de la actual Colombia y Panamá), un discurso político novedoso, en el que explica la situación, la derrota momentánea de la república, y donde propone los nuevos caminos a seguir. Y se enrola en el ejército de Nueva Granada teniendo por superior a un francés. A partir de estos momentos Bolívar inicia una campaña brillante, ganando todas sus batallas con un ejército inicial de unos 500 hombres, los “malvados”, que incluía a negros, mestizos y zambos, a quienes se les había prometido su liberación. Cuando llega a Caracas, en agosto de 1813, es vitoreado por la multitud, aclamado como el libertador y nombrado capitán general. Pero sabe que sólo han liberado al tercio del territorio venezolano, que queda mucho por hacer, y que los realistas se están rearmando. Ha logrado una buena relación con Mariño, el libertador de Oriente, que estuvo luchando ferozmente contra Monteverde.
Tras los días de gloria, inician la primera campaña de 1814, después de algunas victorias y derrotas, las tropas unidas de Bolívar y Mariño no pueden contra las de Monteverde en La Puerta. Ambos huyen hacia Caracas, dejando más de mil hombres en el campo. En Caracas no tienen mucho tiempo que perder porque los realistas están muy cerca. Los curas le entregan a Bolívar un tesoro de oro de más de 800 kilos, y parten con él, ambos, Bolívar y Mariño, en el barco de un italiano, Bianchi, que se ofrece a llevarlos a Nueva Granada. Bolívar es un hablador incansable, y en el trayecto no hace más que arengar a los pocos soldados y asegurarles su futura victoria.
En Cartagena se entera del acontecer bélico; la zona no está en guerra pero hay bandos: en Santa Fe de Bogotá un dictador y en Santa Marta los realistas. Rearma su ejército y vence en pocos días, duramente, al dictador. Se le nombra capitán general nuevamente, el congreso se traslada de Tunja a Santa Fe. Planea su avance en zigzag desde Cartagena hasta Caracas, pero es consciente que le faltan fuerzas militares. El gobernador de Cartagena, Castillo, desconfía de él, y no le presta sus armas, quizás celoso por no tener el mando. Cuando de todos modos decide partir, han desembarcado en Santa Marta diez mil españoles, y Castillo ha enviado cartas a los pueblos ordenando que no se le preste ayuda a Bolívar. Entonces Bolívar, pragmático, renuncia a su cargo y viaja hacia Jamaica.
Mientras tanto en España, Fernando VII subido al trono con la ayuda indispensable de los liberales que defendían una nueva constitución, los traiciona y toma actitudes déspotas. Envía a 10.000 hombres para someter a la América rebelde, al mando de Morillo, un ex soldado raso que hizo carrera militar y logró ascender a los altos rangos: 18 barcos de guerra y 42 de transporte de tropas. Enviado con primeras intenciones de amnistía, muestra su calaña al declarar desde América que la única forma de someter a los rebeldes es exterminándolos. En poco tiempo logra tomar toda la Nueva Granada, con escasa resistencia. Sitia Cartagena por cuatro meses, por tierra y por mar, y así la ciudad infranqueable, fortificada para evitar piratas, muere poco a poco de hambre. Desde Jamaica un Bolívar empobrecido, de albergue en albergue, durmiendo en hamacas y ayudado ocasionalmente por algún comerciante inglés, piensa en lo paradójico del español en América; si quiere liberarla, ¿no debe ser acaso un gobierno indígena el que debe establecerse?

Antonio José de Sucre y Simón Bolívar
Bolívar no estaba nunca mucho tiempo detenido; consiguió embarcaciones e intentó dar batalla, desembarcando primero en la isla de Margarita, donde había una fracción republicana al mando de Arizmendi, y luego adentrándose en Ocumare, donde tuvo que escapar ante la llegada de los realistas de Morillo hacia Güiria, donde había republicanos. Fue peor: su llegada cordial fue recibida con un duelo en la arena de la playa teniendo finalmente que huir por mar hacia Haití. Estaba siempre amenazado, y no podía confiar en sus aliados. A pesar de ello, se le pide asumir el mando y enfrentar a los realistas. Logra apoderarse únicamente del sector más oriental de Venezuela: Guayana y las orillas del Orinoco.
Bolívar es increíblemente versátil, pero lleva la enfermedad de la grandeza: la soledad. No puede confiar en nadie. Encuentra a Páez, el “señor de los llanos”, iletrado, incapaz de expresarse, pero fiel y feroz en las batallas; tiene al mando un batallón de llaneros pseudoprimitivos que “comen carne cruda y hablan poco”, “los húsares del Apure”, pobres y aguerridos, pequeño ejército multicolor; Páez conoce la historia y el sueño de Bolívar. Llevan una campaña exitosa durante dos años 1817-1818, mantienen la Guayana y la entrada del Orinoco. Pero la guerra está detenida y Bolívar quiere hacer un tour de force; Morillo sigue recibiendo ayuda de España, Bolívar la recibe de Inglaterra. La situación en Venezuela: Oeste realista, Este republicano o rebelde (Mariño, Bermúdez, Arizmendi), Guayana, el interior, los llanos del Orinoco son de Bolívar.
Declaran la capital provisional en Angostura, lugar del congreso donde en 1819 Bolívar es nuevamente nombrado presidente, después de insistirle varias veces. Allí pronuncia un discurso de filosofía política: ¿conviene la democracia a Nueva Granada? “ninguna forma de gobierno es tan débil como la democrática", "ángeles, no hombres” pueden vivir en democracia. Las grandes culturas han nacido todas de aristocracias o monarquías. Habla de un cuarto poder que debe instalarse junto a los otros tres: el poder moral, esbozado por Rousseau en su Contrato Social, habla de Grecia, de Roma, de Esparta, y sostiene que la futura Colombia no está preparada para la democracia plena. Luego “las ovaciones eran al jefe más que al libertador. No es que amaran mucho a Bolívar; es que le necesitaban”.
Bolívar comprende que la guerra que ha durado ya más de cinco años necesita de un gran golpe decisivo. Su plan: no ir directamente al grano ocupando Caracas sino conquistar Nueva Granada. Y así lo hace, junto a su ejército multicolor que incluía legionarios ingleses, conquista primero Boyacá en una batalla imposible, con soldados cansados después de atravesar una interminable zona árida. Más al norte se une al ejército de Santander, juntando 3 mil y tantos hombres. Desde allí emprenden el difícil camino hacia Santa Fe de Bogotá, que ocupan en una batalla muy complicada. En España Fernando VII ya está tratando de enviar un increíble ejército de 30.000 hombres, al mando de Rafael Riego, que sin embargo desafía al rey obligándolo a restituir la constitución de Cádiz, llamada de los “filósofos”. Y naturalmente, el rey no cede y el ejército no viaja. Se ordena a Morillo pactar y detener la guerra. Bolívar y Morillo firman un armisticio, se reúnen como dos buenos amigos, Nueva Granada es reconocida como independiente y soberana.
La paz dura sólo algunos meses, y Bolívar la emprende nuevamente aprovechando un sublevamiento en Maracaibo que rompe con el armisticio; si en Boyacá se decidió la independencia de Nueva Granada, es en Carabobo donde se decide la de Venezuela. La Torre, realista que dominaba Valencia, es obligado a huir hacia Caracas y luego hacia la costa. Bolívar ocupa Caracas y es nombrado generalísimo en jefe y presidente de Colombia, de la tierra unida de Venezuela, Guayana y Nueva Granada. Bolívar quiere integrar también a lo que hoy es Ecuador y emprende una nueva campaña hacia el Sur, ya en conocimiento de Sucre pero sin saber de su fidelidad. Viaja enfermo, y en Pasto es obligado a retroceder. Sucre empieza a avanzar victoriosamente desde el sur; toma Riobamba y luego Quito en la batalla de Pichincha. Sorprendentemente, cuando Bolívar dudaba de su fidelidad, sospechando una proclama de autonomía, Sucre da muestras de su honorabilidad sometiéndose al gran general y obligando a los realistas a reconocer la sumisión a Colombia. Sucre sería la persona de confianza de Bolívar, además de su mejor lugarteniente.
Para 1822 toda la Sudamérica hispana es independiente a grosso modo, porque en el detalle todavía quedan pequeños focos realistas alejados, o movimientos independentistas de caudillos no alineados. Uno de esos focos es Guayaquil, puerto fundamental y muy rico, que proclama su independencia y no abraza la causa colombiana. Guayaquil es gobernado por un triunvirato cuyos integrantes no están de acuerdo: uno quiere la total independencia, otro no quiere a los colombianos y el tercero quisiera unirse a Perú. Bolívar se pone firme, hay que anexar al fértil Guayas a la fuerza. Sucre es el encargado, buen conocedor de los asuntos ecuatorianos; logra un tratado de paz con los colombianos pero un general español le niega a la junta de gobierno toda injerencia en el mando; Sucre batalla contra dicho general, Aymerich, y lo vence en Yaguachi. Después es Bolívar quien asume el mando de la zona, al menos hasta que sea debidamente anexada a Colombia. Lo reciben y agasajan con pompa.
Mientras tanto en Perú, a pesar de la victoria de San Martín en Lima, los españoles vuelven a la ofensiva. En efecto, los realistas del Perú logran apoderarse nuevamente del territorio. Bolívar sigue en campaña, recibe abundantes refuerzos de Colombia; sus soldados ya conocen los Andes, y están bien provistos con todos los botines españoles conseguidos. En plena campaña recibe la noticia desde Colombia: lo han relevado de su cargo en el ejército. No importa, sigue en campaña, y se toma Lima. Los realistas van huyendo, Sucre se encarga de perseguirlos, la victoria debe ser total; se atrincheran en Cuzco. En Ayacucho se da la batalla definitiva que consagra la independencia del Perú, al mando de Sucre. La victoria definitiva de los republicanos es fácil, los realistas se rinden y dejan un precioso botín; Bolívar ahora dice que ha llegado el día de su gloria y en que se cumplirá su supuesto gran deseo: “no mandar más”.
Bolivia, liberada también definitivamente gracias a Sucre y Bolívar, ha tomado de este último su nombre, unificando cinco provincias Altoandinas. Ensaya allí una constitución creada por él, que espera sea aceptada por toda Sudamérica: nada de sufragio universal, presidente vitalicio, pocos tendrán el título de ciudadanos electores, sólo la gente educada. Y son además los ciudadanos quienes elegirán electores para definir las cámaras de diputados. Se aprueba y luego se elige a Sucre como presidente vitalicio, propuesto por Bolívar.
Bolívar sueña con un sólo mando para una América federada, quiere seguir avanzando, y hace el primer y único intento de aproximación a la unión sudamericana: invita a los presidentes al congreso de Panamá (1826), y allí propone sus siete puntos: neutralidad y renuncia a la guerra entre los adherentes al pacto; ninguna intervención europea en los asuntos sudamericanos; código civil común; abolición de la esclavitud; garantía de soberanía nacional y de la voluntad ciudadana. Adhieren a los siete puntos México, Guatemala (en representación de toda Centroamérica), Perú y Colombia. Chile y Brasil no dan respuesta. Argentina se niega. Los Estados Unidos son invitados, pero la delegación no pudo llegar a la cita porque “se perdió la expedición que iba en camino”. El congreso de Panamá fracasa; a penas firmado, dos integrantes amenazan con no ratificarlo. A Bolívar se le dice que los Estados Unidos no hablan bien de él.
Argentina, Chile y Perú: José de San Martín
Terminada la lucha con los araucanos, “en Chile se vivía bien y sin preocupaciones”; y esto Chile se lo debía a uno de sus capitanes generales, Ambrosio O’Higgins, quien suavizara en gran medida las encomiendas; su hijo Bernardo continuaría la lucha por las libertades de Chile, “ya no en la paz, sino en la guerra”; con estudios militares en Inglaterra, se puso a las órdenes del general independiente Carrera, luchando contra el general realista Osorio. Sitiado en Rancagua, tiene que huir hacia Mendoza donde se une a San Martín que quiere proseguir su lucha en tierra chilena. Con a penas seis mil hombres, entre argentinos y chilenos, ganan la batalla de Chacabuco, de tal manera que Osorio y su ejército deben retirarse hacia Valparaíso; al día siguiente toman Santiago, el poder le es ofrecido a San Martín, que lo rehúsa, proclamando a O’Higgins en su lugar, director supremo de Chile. Los realistas todavía no se rinden, y una noche incursionan en las filas del libertador: O’Higgins es herido en el brazo y su caballo herido de muerte.

Bernardo O'Higgins y José de San Martín
La batalla decisiva sucede en Maipú, con San Martín al frente. O’Higgins llega por la noche, con su brazo herido, y San Martín reconoce su valentía. Los españoles son definitivamente vencidos en Chile. O’Higgins en el poder, se desembaraza de los compañeros de la primera época, Carrera es fusilado, y se rodea de malos consejeros. Comienzan las calumnias contra él, y en poco tiempo es muy impopular. Arroja la banda presidencial a los magistrados y se va a vivir a Perú.
San Martín parece ser ese héroe que no lucha por recompensas sino auténticamente por la libertad; rehúsa el poder en Lima y en Santiago; es parco, buen lector y eficaz; rechaza la pompa y esto se nota en sus comunicados. Nacido en el Uruguay, hijo de un gobernador al servicio del virrey, es educado en España y forma parte muy joven en campañas militares españolas: “en África contra los moros, en el Rosellón contra los franceses, en Portugal contra los ingleses”; lo ascienden a teniente coronel a los 33 años. Le repugna la demagogia y el despotismo; entra a la logia masónica de Cádiz y desde entonces planea la independencia de América; hace amigos. En Santiago fundaría una logia a la que daría el nombre del primer resistente chileno: Lautaro.
San Martín es el gran libertador del sur, el único comparable a Bolívar. Pertenecía a la misma logia masónica que Bernardo O'Higgins, prócer de Chile, la logia Lautaro, filial de la logia de los Caballeros Racionales, supuestamente fundada por Francisco de Miranda. Habiendo liberado a Argentina de los realistas del virreinato de la Plata, desde entonces decide continuar el avance independentista en Chile y Perú; en Chile la independencia se decide en la brillante batalla de Maipú. Vuelve a Argentina entonces a recuperar fuerzas, y con la ayuda del almirante irlandés Cochrane, planea la liberación del Perú; el irlandés bloquea la costa, y San Martín gana en Pisco, y luego conquista Lima tras arduas batallas, pues el virreinato estaba bien armado.
Cuando llega a la Argentina ésta ya ha terminado de ser liberada por Belgrano; sabía que sólo expulsando a los realistas del Perú y de Chile se lograría la libertad duradera, que fue también la intuición de Bolívar cuando se decidió a batallar por lo que hoy es Colombia, Ecuador y Bolivia. San Martín trata de hacer política en Perú, pero en seguida, como ha sido la tónica en Sudamérica, llegan las rencillas y las envidias; dimite también, y se embarca hacia Francia. Pasa sus últimos años apaciblemente, en Boulogne-sur-Mer, junto a su hija Mercedes. Muere pobre; si no es por O’Higgins no habría podido comprarle el traje de novia a su hija.
Uruguay: José Artigas

José Artigas
El libertador del Uruguay, Artigas, es la excepción entre los libertadores en cuanto no fue criado ni educado en Europa sino que siempre vivió en Sudamérica, hijo de padres sencillos pero a la vez respetados. Comienza su carrera militar luchando contra los ladrones de rebaño, como jinete; terrateniente pero a la vez cercano al pueblo por su condición modesta de vida; un hombre de campo. Se diferencia también de los demás en que comienza su carrera independentista ya entrado en años. Su primera victoria la logra junto a los argentinos, en la batalla de las Piedras. Cuando marcha hacia Montevideo, los argentinos han negociado con el Portugal; Artigas ve entonces un nuevo enemigo en los argentinos.
Tras fracasados intentos políticos en el congreso de la Plata, Artigas, proclamado el “protector de los pueblos libres”, subleva a las provincias orientales y junto a sus montoneros pone en graves aprietos a Buenos Aires. Los portugueses del Brasil ocupan Montevideo pero Artigas no se desanima, lucha en todos los frentes, al tiempo que se propaga su doctrina de la Confederación de las uniones provinciales. No le vencen los gigantes vecinos sino la traición de Ramírez. Vencidas sus tropas, se asila en Paraguay, mal acogido por el dictador Rodríguez Francia. Brasil anexiona al Uruguay a su territorio. Fue finalmente la lucha guerrillera uruguaya quien venció a los titanes, proclamándose la república Uruguaya recién en julio de 1830.
Brasil: una independencia pacífica
El proceso independentista de Brasil fue completamente diferente al de los países hispanoamericanos. Cuando Napoleón Bonaparte invadió Portugal en 1807, toda la corte real portuguesa se trasladó a Río de Janeiro, fijando allí la sede temporal del imperio portugués, que también tenía colonias en África y Asia. En 1815, con la familia real todavía en Brasil, Juan VI (João VI) creó el Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve, con lo que Brasil dejaba de ser colonia, al menos en el papel. Con esto Juan VI dejaba de ser regente de su madre la reina María I, declarada incapacitada tras su largo reinado (tenía 73 años en 1807), y pasaba a ser el monarca del Reino Unido de Portugal, gobernando desde Brasil. En Portugal la agitación de los liberales crecía desde que habían derrotado y expulsado a los franceses en 1815, querían una constitución. Por eso en abril de 1821 Juan VI volvió a Portugal, dejando a su hijo Pedro I como regente en Brasil, acompañado por ministros designados por su padre.
Bajo la presión de los militares, y sobretodo del general Jorge Avilez, Pedro I hizo expulsar a sus leales ministros. En septiembre de 1821, las cortes declararon desde Portugal un decreto que subordinaba las provincias brasileras directamente al rey y los ministros en Portugal, rebajando a Pedro I a ser únicamente gobernador de Río de Janeiro. Posteriormente, las mismas cortes portuguesas fueron gradualmente eliminando las cortes judiciales brasileras, y exigieron que Pedro I retornase al Portugal. Evidentemente esto ofuscó a los brasileros y también a los portugueses que vivían en Brasil, que apoyaban a Pedro. Los diputados de las cortes portuguesas se burlaban abiertamente de él. Decidió entonces, en enero de 1822, no obedecer y quedarse en Brasil, es el conocido "eu fico" (yo me quedo). El militar Avilez, siguiendo las órdenes desde Portugal, reunió 2000 soldados con la intención de ir a buscarlo, pero 10.000 brasileros armados le cortaron el paso. No hubo derramamiento de sangre, Avilez y sus 2000 soldados fueron expulsados de Brasil.
En junio de 1822, el nuevo rey de facto de Brasil, accede a formar una constitución por la vía parlamentaria. El 7 de septiembre de 1822 declaró: «Amigos, las Cortes portuguesas quieren esclavizarnos y perseguirnos. Desde hoy día, nuestras relaciones están rotas. Ningún lazo nos une más», acompañó estas palabras quitándose el brazalete azul que representaba a Portugal, y siguió diciendo: «Fuera los brazaletes, soldados. Saludo a la independencia, la libertad y la separación de Brasil». Desenvainando su espada, juró: «Por mi sangre, mi honor, mi Dios, juro dar libertad a Brasil: ¡Independencia o muerte!».
Hubo algunas rebeliones de partidarios de la corona portuguesa, en Bahía y Pernambuco, pero no fueron de proporciones, y para 1823 ya reinaba la calma. Lo que no amainó fue la presión de los liberales brasileros contra los portugueses, a tal punto que Pedro I debió abdicar en 1831. Aún así, la monarquía constitucional continuó en Brasil hasta la revolución de 1889.
Haití: Toussaint Louverture
En el Haití de finales del XVIII (la Hispaniola) hay medio millón de negros esclavizados. Las rebeliones comienzan cuando hay crisis en Europa. Mulatos y negros se refugian en los montes Chaos y hacen lucha guerrillera. Un esclavo de la mejor hacienda de Haití comprende que debe formar un ejército ordenado: es Toussaint, apodado "l’ouverture" (la obertura), por su éxito en las batallas. Pronto conquista el territorio. Hábilmente se alía con los franceses para expulsar a ingleses y españoles, y tiene éxito; unifica toda la isla, y gobierna sobre ella.

Representación de la independencia de Haití
Cuando redacta una constitución sobre igualdad de derechos, Bonaparte envía una flota de barcos hacia la isla, con franceses armados hasta los dientes. Los franceses se adentran fácilmente, pero Toussaint destruye las ciudades en retirada. Resiste, pero debe capitular; sigue gobernando, pero tiene superiores. Una cita con el gobernador francés lo traiciona y se lo llevan preso a Francia. Mientras tanto uno de sus oficiales sigue haciendo resistencia, y libera la isla nuevamente: Dessaline. Pero muere pronto y la isla queda dividida entre los mulatos del Sur y los negros del Norte. Sólo después de muchos años logra pacificarse. Aún así, Haití se ha hecho independiente. Es el primer país de América Latina en independizarse de Europa.
En 1830 ya no queda un solo soldado realista en América del Sur, pero tanto quienes lograron la independencia como quienes la combatieron, y esto es coincidente en Sudamérica, son cubiertos de “oprobio”.
Los libertadores fueron, además de guerreros, filósofos con ideas políticas, con o sin estudios pero con ideas políticas en su mente. También hay otros, menos filósofos, pero igualmente libertadores.
La liberación definitiva de América termina en 1867 cuando las flotas francesas salen de Veracruz, en el camino inverso de los conquistadores españoles.
Investigación y Redacción: Álvaro Riquelme Marínkovic
Fecha de publicación: 18-06-2009
Última actualización: 02-10-2020
Producido en: Valdivia – Chile
Fuentes:
Los libertadores - Jean Descola - 1978
The Cambridge history of Latin America Vol. III -
David Bushnell, Leslie Bethell - 1985