Jesuitas y Guaraníes en la Suramérica colonial
Los jesuitas tienen una linda pero trágica historia en común con el pueblo guaraní. La conquista del lado suratlántico de América, de la región del Río de la Plata, fue una "empresa" lenta, así llamaban los españoles de la época a las invasiones, que se enfrentó a indígenas medianamente belicosos. Se intentó innumerables veces, más por una falta de organización en las "empresas" (demasiado individuales y fantasiosas) que por una resistencia poderosa de los pueblos amerindios de ese lado de América del Sur. En esta región suramericana los conquistadores no se tuvieron que enfrentar a ninguna civilización organizada sino a relativamente pacíficos guaraníes diseminados en todo lo que actualmente es el norte de la Argentina, el sur de Brasil, e incluyendo también a todo el Paraguay, y parte de Bolivia y Uruguay.
Para cuando llegaron los conquistadores europeos, los guaraníes eran la población más numerosa de toda América del Sur (1), eran más numerosos que los integrantes de la civilización inca, pero estaba tan poco organizada y preparada para las guerras que los experimentados españoles y portugueses dominaban rápidamente cada zona que iban colonizando. Juan de Garay fundó Buenos Aires y Juan de Ayolas, Asunción. Remontar y colonizar (invadir y quedarse) el Río de la Plata hasta sus orígenes les tomó más de cien años, en una tarea iniciada por Pedro de Mendoza.

Los guaraníes no tenían entre ellos ni costumbres, ni tradiciones, ni religión que los uniera, pues estaban muy dispersos, y las tradiciones y las costumbres van mutando a medida que aumentan las distancias. En cambio tenían el fuerte nexo del lenguaje y del tipo racial: más bien bajo de estatura, bien proporcionado, de ojos achinados y piel “morena pálida”. Poseían una agricultura rudimentaria, viviendo sobretodo de la caza y la pesca, en chozas, aunque muy amantes de los desplazamientos, que de alguna manera eran forzosos por el uso de la roza (tala y quemazón) de bosque con suelos con una capa fértil muy delgada. Plantaban maíz, yuca, tabaco, mate y guisantes, porotos, la tierra se agotaba, y se marchaban a formar otro claro de bosque o a buscar otra pradera, no conocían la rotación de tierras, y no tenían fertilizante como si lo tenían los incas con el guano. Sabían hacer harina y estar resguardados por si la nueva cosecha fallaba. El pescado al parecer no abundaba para todos, tampoco la caza, por eso el constante movimiento y la subsecuente expansión porque estamos hablando de miles de kilómetros cuadrados (se han hallado restos arqueológicos guaraníes hasta en el alto Amazonas). Hacían la guerra ritual entre facciones pero también llegaban a acuerdos. El padre guaraní tenía derecho de vida y de muerte sobre la mujer y los hijos, al igual que el cacique de cada tribu, con poderes absolutos, hasta que algún otro lo desplazara. Era una sociedad patriarcal sin Estado. Los que podían practicaban la poligamia.
Tenían una religión sin altares, ni culto, ni ofrendas: la clase sacerdotal no existía. Según los cronistas de la época de la conquista, tampoco tenían guías espirituales ni médicos, había que estigmatizarlos para justificar el genocidio practicado por los europeos. Los cronistas también decían que la única curación conocida era la de chupar la herida simuladamente, teatralmente. Hoy en día hemos superado ese prejuicio, pues sabemos que los guaraníes tenían muchos chamanes, que ciertamente hacían de guías espirituales y conocían de muchas plantas medicinales. Entre ellas la famosa yerba mate, que es un estimulante magnífico y un mejor diurético limpiador de riñones. El conocimiento botánico de los guaraníes de la época era muy amplio.
Los guaraníes eran bastante pacíficos: sólo en caso de necesidad extrema tomaban las armas contra los vecinos, no eran antropófagos bélicos, pero si comían carne humana en rituales, de enemigos de guerra, y de una manera muy particular. Hacían entrar en confianza al enemigo capturado, lo hacían amigo, lo integraban, sin saber aquel que luego sería comido en una fiesta con música y baile (2), donde era asesinado de improviso y sin sufrir. Dos características más: tienen una lengua armoniosa, y adoraban a las aves. Se los calificó tiempo atrás como los "buenos salvajes" de Sudamérica, "les bons sauvages", no se los comían a todos, solo a los enemigos foráneos capturados.
Los jesuitas fueron llegando al atravesar la cordillera, instalándose primero en Salta y luego en el Río de la Plata, pero sobretodo en el Paraguay, donde se hallaba reunida la mayor concentración de guaraníes y con quienes mantuvieron una larga y muy bella amistad, quizás por alguna afinidad común. Establecieron 30 misiones, quince en lo que hoy es Corrientes y Misiones en Argentina, ocho en Paraguay y siete en el suroeste de Brasil. Construyeron escuelas e iglesias, primero para los hijos de los colonos y luego para los indígenas, que asistían con inusitado entusiasmo. Con el pasar de los años los jesuitas se convirtieron en sus defensores, invocando, reclamando públicamente el fin de la esclavitud de los indios y su libertad. Los jesuitas fueron en ese entonces poco a poco rechazados por la sociedad hispana pero lograron tener la venia del rey Felipe III, quien acordó la libertad de los indios pero bajo el sometimiento a la confederación jesuita, en 1609; es decir que por primera vez en la historia se contrató a una institución privada, no estatal ni monárquica (la Compañía de Jesús) para que gobernara a un sector de la población... pero con la condición de que estuviera confinada a vivir alejada de los centros urbanos.

Ruinas arqueológicas de la reducción de la Santísima Trinidad del Paraná
Los Jesuitas partieron de la nada material (“con sólo sus cruces y sus Biblias”, pero con muchos conocimientos técnicos) y pueblo por pueblo fueron convenciendo a los guaraníes de sumarse a ellos y aceptar su protección (avalada por el rey) frente a los colonos españoles. Así fue, y en muy poco tiempo habían logrado fundar varios pueblos, las misiones, con plaza, calles cuadriculadas, alcalde, etc. Por su parte los españoles tuvieron que aceptar, de no muy buena gana, el gobierno de los jesuitas en las zonas interiores: tanto era el poder de los jesuitas sobre los indios que les convenía tal asociación en vez de probables enfrentamientos, debido sobretodo al gran número de guaraníes.
Después de un gran auge fundador de pueblos (llamados comúnmente “reducciones” por su alejamiento de los hispanos), los jesuitas ya habían fundado varios de ellos en el sur del Brasil. En quince años habían logrado organizar a los guaraníes; tres apellidos sobresalen en la fundación de las misiones: Cataldino y Maceta, los primeros fundadores de reducciones, y Ruiz de Montoya, que fundó varias.
Pero en el Brasil tuvieron que enfrentarse a los belicosos Paulistas, también llamados mamelucos, que muy industriosos, necesitaban de mano de obra para sus minas y sus plantaciones de caña de azúcar. Los portugueses y sus descendientes criollos llegaron a esclavizar según algunas fuentes, mediante el robo de indios como si fuese ganado, a más de dos millones de guaraníes (1). Mameluco era como llamaban los portugueses o criollos brasileros a sus guerreros indígenas, principalmente de la etnia tupí, a las órdenes de los europeos en sus incursiones (malocas) en las reducciones, también llamadas misiones. Esto echó atrás evidentemente a los jesuitas, que volvieron sobre sus pasos en grandes éxodos (a veces de cincuenta mil personas) hacia tierras paraguayas, y decidieron después de tales problemas, tratar de obtener el derecho de armarse. No podía existir república guaraní sin ejército. Increíblemente, consiguieron armas, pólvora y permiso para armarse por parte del rey Felipe IV, había que defender el territorio conquistado español. Y formaron ejércitos (muchos padres jesuitas eran ex combatientes de las guerras de conquista o de guerras europeas), sin una jerarquía visible, sin estrellas en las sotanas, para decirlo de alguna manera.
A mediados del s. XVII, la confederación de pueblos guaraníes ocupa un territorio del tamaño de Francia y cuenta con unos 150.000 habitantes, agregados en treinta reducciones. Evidentemente muchos guaraníes no se sumaron y siguieron viviendo a su manera, pero en las cercanías de las reducciones. Los guaraníes de las misiones fueron educados en todos los ámbitos menos en el comercial: tuvieron instrucción armada (mediante un servicio militar y un permanente adiestramiento sostenido por los juegos y las competencias), aprendieron de textiles, construcción, artesanía, minería, e incluso desarrollaron sus artes y aprendieron otras: música, escultura, pintura, eran muy hábiles con las manos y esto los jesuitas lo comprendieron bien y supieron aprovecharlo para el beneficio de todos. Los indígenas en general quedaban maravillados con la música: hay una historia muy interesante de un misionero que llegaba hasta los guaraníes de la selva con tan sólo la música de un violín o de un clarinete, maravillando a los guaraníes. La película La Misión (1986) representa esta escena magistralmente.

Jeremy Irons interpretando el papel de misionero jesuita ante un guaraní, en la película La Misión (1986)
Los guaraníes de las misiones se determinaban a sí mismos, mediante elección de alcaldes y concejales, pero siempre bajo la mirada vigilante de los jesuitas (que por lo demás tenían derecho absoluto sobre las listas de candidatos). Es decir, les enseñaron también a gobernarse, a formar un estado. Cada reducción tenía independencia suficiente pero tenía que obedecer a ciertas leyes generales de la confederación (en materia de defensa nacional, justicia, legislación y comercio exterior). También les enseñaron y hasta los obligaron a trabajar, porque al parecer eran, como todos los primitivos, bastante holgazanes: seis horas de trabajo diario para la comunidad eran obligatorios, con descansos jueves y domingo, con lo cual obtenían todo: hogar, alimento, educación, salud y despreocupación por la vejez.
La monogamia les fue impuesta, los guaraníes solían tener muchos hijos y la vida del hogar les bastaba para ser felices. En las reducciones no existía la propiedad privada, todo era de todos y se almacenaba en bodegas. Pronto empezaron a tener excedentes de producción y por lo tanto a exportar sus productos: telas, alfarería, pieles, tabaco y hierba mate. Los beneficios económicos de tal comercio se empleaban en adquirir maquinaria, libros, instrumentos, etc... traídos del extranjero y mantenidos como propiedad común: en tales condiciones florecieron también las artes musicales y plásticas.
Las finanzas también eran fiscalizadas por integrantes nativos; y sin embargo no corría la moneda entre los guaraníes. El concepto de ahorro en moneda o en bienes no existía, ningún particular era dueño de su casa ni de la tierra (eso les habría parecido vergonzoso); la única propiedad eran las aves, sobretodo las gallinas. La vida en las reducciones jesuitas era disciplinada: hombres y mujeres no debían mezclarse jamás, había vigilantes para velar por el cumplimiento y la eficacia del trabajo, las campanas de las iglesias imponían las horas de levantarse y acostarse, y sobretodo: el alcohol se había reemplazado por el mate, se habían librado del alcoholismo, que en muchas otras etnias hizo tanto daño.
A los infractores (generalmente por incontinencia y embriaguez) se los azotaba a latigazos en la plaza pública después de haberlos conducido a la iglesia con tenida de penitente. No había ni hombres ni familias independientes; los únicos mimados eran los neófitos, especie de buen alumno elegido entre los que se habían portado muy bien y se habían ganado la confianza de los curas... obteniendo así algún puesto de celador (vigilante) o algún buen empleo. Los jesuitas fomentaban la predilección, y escogían rápidamente neófitos al fundar reducciones.
Con seis horas de trabajo diarias sobraba mucho tiempo para las diversiones: los deportes y las competencias tenían muy buena acogida (aunque parece que exclusivamente masculino), siendo además una preparación para la guerra. Por otra parte el teatro tenía la misma buena acogida, y era representado exclusivamente por mujeres; el teatro, más que una trama definida, era una sucesión de imágenes piadosas que maravillaba a los guaraníes. También se celebraban varias fiestas y danzas, pero siempre con la debida separación de sexos.
El “tratado de límites” firmado entre españoles y portugueses trató de obligar a jesuitas y guaraníes de ceder siete reducciones en la frontera norte. Pese a que las órdenes estaban confirmadas por el Papa y el jefe máximo en Roma de los propios jesuitas, guaraníes y jesuitas primero pidieron una extensión del plazo y luego rechazaron la orden. Se produjo una guerra que duró tres años y finalmente terminó con la capitulación de los guaraníes que habían luchado con gallardía poniendo en práctica los ejercicios de guerra aprendidos con los jesuitas; entre éstos últimos hubo algunos que lucharon junto a ellos y otros que decidieron retirarse de todas las reducciones, sin apoyar por eso las órdenes de Roma.
El colapso final del sistema socialista jesuita guaraní, que tenía maravillados a muchos pensadores europeos, sobretodo franceses (Montesquieu, Rousseau, Buffon, Voltaire), llegó con la expulsión de los jesuitas de España y de todas sus colonias en 1767 por Carlos III. Si consideramos que las primeras misiones jesuitas fueron fundadas en 1609, los curas de la Compañía de Jesús alcanzaron a estar casi 160 años con los guaraníes. En cuatro meses todos los jesuitas de América del Sur habían sido expulsados, ¡salvo los de la república guaraní! En Buenos Aires prefirieron, con respeto ante sus fuerzas, tratar de conversar con los dirigentes indígenas; los invitaron, los agasajaron y les prometieron liberarlos de la “esclavitud” de los jesuitas y ser ciudadanos españoles. Volvieron a sus tierras convencidos. Los propios jesuitas no protestaron y se marcharon sin pelear.
Investigación y Redacción: Álvaro J. Riquelme Marinkovic
Fecha de publicación: 15-01-2021
Última actualización: 15-01-2021
Producido en: Valdivia - Chile
Fuentes:
(1) Teresa Porzecanski - Antropofagia en guaraníes.
(2) Los libertadores - Jean Descola